Federico Fellini es uno de los más grandes directores de cine de la historia. Esta es una verdad de perogrullo, de esas que no pueden ser discutidas. Aceptada incluso por quienes no han visto en su vida película alguna de Fellini. Como tal, ha recibido diversos tributos y homenajes tanto en vida como en muerte, celebrando su carrera, su labor, su visión artística y también su persona. Pero ninguno resulta más cercano, sentido y sincero que el que le realiza Ettore Scola en "Que extraño llamarse Federico" ("Che strano chiamarsi Federico, Scola racconta Fellini").
Curioso híbrido entre documental, ficción, biografía y autobiografía (porque Scola recorre elementos de su propia vida, aquellos vinculados a la vida de Fellini) encuentra en su director, guionista y productor Scola, a la única figura capaz que llevar adelante semejante reto. Uno de los pocos directores italianos que puede estar a la altura del autor de "La Dolce Vita", "La Strada" u "8½"- un podio que podría ser completado por Vittorio De Sica, Mario Monicelli, Roberto Rossellini y gracias- Scola nos presenta, llevados de la mano de un encantador narrador (Vittorio Viviani), la vida y obra de Federico Fellini. Desde sus inicios, dejando atrás su Rimini natal para llegar a Roma, donde trabajaría como dibujante en el mítico periódico de humor satírico "Marc´Aurelio"- lugar dónde conocería a Scola, quien cumpliría el mismo rol algunos años después), tanto bajo el régimen fascista como después, pasando por sus primeros pinitos en el cine, su relación con la que sería su hogar, Cinecitta, hasta llegar a su consagración como uno de los mayores exponentes del séptimo arte italiano y universal.
La película se divide, a groso modo, en dos segmentos. El más extenso y mejor sigue a los jóvenes Fellini (Tommaso Lazotti, quien tiene un inquietante parecido con Fernán Mirás), Scola (Giulio Forges Davanzati) y su mutuo amigo Ruggero Maccari (Emiliano de Martino), quien además sería de los primeros guionistas de Fellini, durante su tiempo en el Marc´Aurelio, así como sus reuniones de café posteriores, sus conversaciones donde plasmaban sus sueños artísticos, sus esperanzas, contado todo con humor, emotividad y una cariñosa nostalgia. Por otro lado, la película se complementa con una serie de encuentros imaginarios con distintos personajes tales como una prostituta, un pintor, etc., protagonizados por Fellini y Scola ya veteranos, que cobran un carácter más filosófico y profundo, ya que se discuten aspectos como el amor, la creatividad, la muerte, el lugar del artista y su rol como transgresor. Estos segmentos, más breves, restan algo de ritmo al conjunto, al ser bastante más artificiosos que el resto y sólo cuando oscilan hacia lo absurdo- como cuando aparece la madre de Marcello Mastroianni a reclamarle a Scola que su hijo siempre aparece feo en sus películas mientras que en las de Fellini es siempre hermoso- mantienen el nivel del resto.
Scola no sólo se apoya en esta construcción propia de dos caminos, sino que además echa mano a notables imágenes de archivo, tanto de películas de Fellini como propias así como escenas de ensayos, al tiempo que reutiliza ese maravilloso mundo que es Cinecitta, inseparable tanto de la obra de Fellini como de la de Scola, una Cinecittá que vuelve a vivir en el celuloide, y que tiene aquí un homenaje tan sincero y emotivo como el que recibe el mismo Fellini. Un homenaje que es al Cine, así, con mayúscula, en definitiva. Un cine que es otro, un cine de otro tiempo, de otro mundo, un homenaje a esa otra manera de hacer cine.
Scola demuestra, por si le faltara algo qué demostrar a sus ochenta y tres años de edad, que se encuentra además en notable forma artística, construyendo un emotivo retrato de aquel que considera "su maestro" y que es el maestro de muchos incluso hasta hoy (ver, si no, una de las recientes ganadoras al Oscar a Mejor Película Extranjera, "La Gran Belleza" de Paolo Sorrentino).
Pero el mayor logro, sin dudas, de "Que extraño llamarse Federico" es el de despertar en el espectador tremendas ganas de ver o volver a ver las películas de Fellini y del propio Scola, volver a enamorarse de una manera de narrar, de ver de nuevo brillar a Mastroianni, a Alberto Sordi, a la hermosísima Anita Ekberg, en fin, de volver a ver gran cine. 4. Por Fito.
Puntajes:
Federico:
Fito: 4
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Leo:
Martín:
Rodrigo:
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