Realizar una película que es parte de una saga tiene reglas
diferentes a las de cualquier estreno en singular. O se realizan, ya
sea en boca de los personajes mediante diálogos o con una voz
introductoria en off, resúmenes de lo ocurrido, buscando que
cualquier posible espectador desprevenido pueda ponerse al día; o
directamente se predica para los conversos, y se asume que aquel que
está viendo esta tercera entrega de los Juegos del Hambre o es un
seguidor de la saga filmíca o lo es de la saga literaria y, por
tanto, no necesita que le refresquemos nada. Así, vamos directo a la
acción, retomando aproximadamente una semana después de terminado
el argumento que daba cuerto a "Los Juegos del Hambre: En
llamas".
Habiendo visto quien escribe las dos primeras entregas de la saga
(odiando la primera, sorprendiéndome favorablemente con la segunda)
y, creo, que gozando de una memoria bastante standard, es dificil en
un principio ponerse a tono con lo que se cuenta. Se alude a
personajes que no están presentes, aparecen personajes que no se
explica muy bien como llegaron allí y al mismo tiempo se presentan
no menos de diez personajes nuevos. No es que la trama de la película
sea exigente- tampoco es que sea simplona- pero sí es claro que
apela al fan, al conocedor y exige de cualquiera que no cumpla esas
condiciones una atención especial.
Hagamos nosotros entonces el resumen correspondiente: luego de los
hechos acontecidos en la segunda parte y con Katniss Everdeen
(Jennifer Lawrence) destruyendo los juegos que dan nombre a la saga,
parte de los protagonistas se unen a un movimiento rebelde que
combate al malvado Capitolio desde el supuestamente arrasado Distrito
13, aquel que alguna vez se levantó contra el poder y hasta ahora
habíamos creído que había pagado funestas consecuencias. Katnis es
la elegida para ser la cara visible de esta rebelión, ya que sus
acciones la han vuelto un símbolo para los demás distritos, pero
ella está bastante más preocupada por el destino de Peeta Mellark
(Josh Hutcherson), su compañero que fuera dejado atrás y en manos
del Capitolio.
Una vez más, Los Juegos del Hambre sorprende. Es probable que esto
se deba a su origen basicón y casi berreta, el de aquella ya lejana
primera película, que se perdía en devaneos románticos para
adolescentes y extensas escenas románticas. Pero ya desde la segunda
entrega las cosas han cambiado- no sólo por el cambio de director,
de Gary Ross a Francis Lawrence, quien aquí repite su rol- sino
porque el asunto va en serio. Estamos ante una guerra declarada y no
es menos que cualquier otra guerra que hayamos visto antes en filmes
de ciencia ficción distópica. Pero sorprende también por el lugar
que la historia le asigna a la protagonista, y al mismo tiempo por lo
cínica (y verosímil) que es su visión sobre el conflicto.
Empecemos por lo mejor: no hay buenos. Si bien las acciones tremendas
del Capitolio (acá atacan un hospital lleno de heridos, por ejemplo)
los ponen en el lado de los "malos", los "buenos",
el militarizado Distrito 13, no parecen ser muchos mejores. En la
propia Katniss se refleja esta dicotomía, esta verdad de perogrullo
pero no por eso menos verdad de que en las guerras no gana nadie. La
escalada del enfrentamiento entre ambas facciones no pronostica nada
bueno y no hay un final feliz en el horizonte. Esta condición venal
de la gran mayoría de los personajes, se traslada directamente ante
el uso que hacen de Katniss en el conflicto, usada como herramienta
de propaganda. Ver como la preparan, de la misma forma que el
Capitolio la preparaba para los Juegos, ropa, ensayos, maquillaje,
tira por tierra cualquier ideal sincero revolucionario. Es como si
nos enteráramos que la boina que usaba el Che Guevara hubiera
llegado a su cabeza luego de un casting, venciendo a un tricornio y a
una visera.
Respaldado por un buen argumento, el director Lawrence hace muy bien
las cosas. Las escenas de acción no son demasiadas, pero están bien
resueltas y logra no pocos picos de tensión (el final de esta
entrega, sin ir más lejos). Por su lado, el elenco está a la
altura. Jennifer Lawrence pone mucho de sí, evidentemente no está
cumpliendo con una película "comercial" hasta que llegue
su próxima película "seria", sino que transmite una
entrega total. La secunda un gran elenco, dónde destacan Julianne
Moore, Phillip Seymour Hoffman (en su último papel, falleció
durante el rodaje) y, cuando no, Donald Sutherland como el
encantadoramente siniestro Presidente Snow.
Van tres de cuatro y la saga alcanza su mayor pico cinematográfico.
Quien lo hubiera dicho, tengo muchas ganas de ver el final. Un 3, que es creo yo el techo de esta saga. Por Fito.
Puntajes:
Federico:
Fito: 3
Gastón:
Leo:
Martín:
Rodrigo: 2
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