Un yacimiento de petróleo en Escocia moviliza a un ejecutivo de Houston, Texas (Peter Riegert) hasta un pequeño pueblito costero con la intención de comprarlo todo: pueblo, playa y campo lindero. Y ya. Ese es todo el argumento de esta película y en sí, no pasa más nada. El estadounidense llega al pueblo, secundado por un hombre local (Peter Capaldi, que de tan joven es irreconocible) y traba relación con los pueblerinos, quienes están encantados con la idea de vender. Y eso es todo. Van pasando los días -y los pausados minutos de película- a medida que el ejecutivo va protagonizando pequeños encuentros con los lugareños (mínimamente humorísticos), arregla los papeles y atiende a su jefe (un veterano Burt Lancaster) quien está más interesado en la astronomía que en el petróleo. Lo único que cambia -y poco, no vayan a creer- es la sensación en el propio ejecutivo de que el bucólico pueblito merecería algo más que ser sustituido por una gigantesca petroquímica. Sobre el final, queda un sentimiento melacólico sobre el lugar que uno ocupa en el mundo casi que por inercia, cuando bien podría no ser el que lo haga nunca feliz, pero todo muy sugerido y sesgado. 3 del montón. Por Fito.
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