Leo (Marc Wahlberg) no es una rata, un soplón. Ladronzuelo, sí, pero maneja los códigos esenciales del hampa de bajo calibre y no manda al frente a su compinche y mejor amigo, Willie (Joaquin Phoenix). Leo robaba autos con Willie cuando fue atrapado y puesto a la sombra durante 18 meses, un tiempo que su madre Val (Ellen Brustyn) ha soportado como ha podido. En el comienzo vemos el festejo por la recuperada libertad de Leo. Dispuesto a caminar derecho, Leo decide ir a la oficina de su tío Frank (James Caan) a pedirle trabajo en su empresa, una de las que ejecutan el mantenimiento sobre las líneas de metro de Nueva York. Frank no tiene nada para un trabajador sin capacitación. En cambio, le ofrece a Leo que haga un curso mientras él le paga una especie de salario mínimo a cuenta. El margen de acción de Leo es mínimo, porque su propio sentido del honor y la dignidad de su madre le impiden aceptar este tipo de ayuda. Entonces, Leo recurre a Willie, que ejecuta para Frank cierto tipo de negociaciones ante los proveedores y las autoridades de la ciudad, además de asuntos un poco menos legales, tales como el sabotaje de los trenes que han sido reparados por empresas de la competencia. Lo que la película muestra es el andamiaje criminal de un sistema público; los modos mafiosos de grandes corporaciones. Cuando Leo se ve envuelto en un fallido sabotaje se cumple aquello de que la cadena se corta siempre por su eslabón más débil. Probablemente, a la película le sobre (como a tantas otras) el interés amoroso que aquí se manifiesta en un triángulo forzado entre Willie, Leo y la prima de este, Erica (Charlize Theron); y a pesar de que Wahlberg no alcanza aquí (como no lo alcanza prácticamente en ningún punto de su carrera) una capacidad expresiva relevante, la película soporta estas fallas y sostiene el interés hasta el final. 3. Por Leo.
Puntajes:
Federico:
Fito:
Gastón:
Leo: 3
Rodrigo:
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