Jep Gambardella (Toni Servillo, magnífico) escribió, una vez, una grandísima novela: El aparato humano. Su única obra. Desde entonces trabaja como cronista para un periódico y es uno de los personajes centrales de la vida social romana: "Pero yo no quería ser simplemente un mundano. Quería convertirme en el rey de los mundanos. Y lo conseguí. Yo no sólo quería participar en las fiestas. Quería tener el poder de hacerlas fracasar". Gambardella, entonces, el rey de los mundanos, es el agujero a través del cual vemos el mundo decadente en que se mueve, un mundo nostálgico que también es triste, aberrante, monstruoso, ridículo, presuntuoso, cínico, y que solo cuando baja la guardia y cuando el alboroto cesa puede descubrirnos algún lado conmovedor o tierno. ¿Cuál es la trama? No hay. La película es un continuo deambular, con una fotografía tremendamente expresiva, por escenas que se superponen casi como instantáneas sobre una mesa, fotografías que uno podría ordenar de acuerdo a una secuencia, si quisiera hacerlas contar una historia, pero nada más. La película se comporta casi como una pieza literaria, tanto en su composición como en algunos de sus procedimientos (por ejemplo, su manera de ir intercalando metáforas visuales o su tendencia a la metonimia). Muchas de las cosas que dice Gambardella funcionan, en ese andamiaje, como explicitaciones de las intenciones de la película: "Así que en lugar de darnos clases de ética y mirarnos con antipatía deberías mirarnos con afecto. Estamos todos bajo el umbral de la desesperación. No tenemos más remedio que mirarnos a la cara, hacernos compañía, tomarnos el pelo. ¿O no?". Una película sobre la desesperación, sobre los intentos de escapar de esa desesperación y sobre el cansancio que resulta de intentarlo. Sí, entre otras cosas. 5. Por Leo.
Puntajes:
Federico: 1
Fito:
Gastón:
Leo: 5
Rodrigo:
No hay comentarios:
Publicar un comentario