La pregunta que cualquier cinéfilo se hizo ante el último estreno de Michael Mann fue "¿cómo puede ser que haya pasado tan desapercibido?". No tuvo estreno comercial en casi ninguna parte del mundo y la crítica cinematográfica la omitió olímpicamente. Pues al verla quedan muy claras las razones. El último opus del normalmente brillante director estadounidense es simplemente espantoso. Se nos cuenta la historia de un par de ataques cibernéticos mediante hackeo de computadoras (un reactor nuclear en China, la bolsa de valores en Wall Street) lo que propicia la creación de una unidad especial en colaboración entre China y EEUU para rastrear y atrapar al culpable. Para lograrlo, acuden a un hacker en prisión, uno de los mejores en el mundo. A mal puerto vamos por agua cuando dicho hacker no es otro que Thor en persona (Chris Hemsworth), todo galán y musculado, tan cercano al clásico hacker como lo soy yo a un samuari del Japón feudal. Y amén de este craso error de casting, este hacker hace cosas dignas de un superhéroe: no sólo cualquier adminículo electrónico en sus manos es un peligro, sino que además puede con tres asesinos profesionales a mano limpia, dispara todo tipo de armas y es un detective sólo igualable a Batman. La película es un despropósito si, pero además es un despropósito aburrido, cargado de decenas de minutos de diálogos absurdos, secundarios sin mayor función y una secuencia final que deja frío por lo ridícula que es. Algo de la mano de Mann se ve en alguna de las escenas de acción, pero con semejante guión no hay forma de que se rescate nada. Un 1 contundente. Por Fito.
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