Kitano es Aniki, un recio y circunspecto yakuza de la vieja escuela que debe abandonar Japón cuando su clan es asimilado por un clan rival. De modo que Aniki se exilia en Los Ángeles, donde vive su hermano menor, que supuestamente debería estar estudiando, pero en lugar de eso lleva adelante un no muy rentable trabajo de distribución minorista de estupefacientes junto a una banda de amigos más bien inexpertos en los asuntos del hampa. Con la correcta auditoría de Aniki, pronto el emprendimiento comienza a volverse más próspero. Desde su título, la película circunda el tema de la fraternidad, no estrictamente de los lazos de sangre, sino de esa fraternidad que surje de forma espontánea y arbitraria entre las personas, y que los implica a profundos niveles de lealtad y generosidad. Si bien la película se queda corta para abarcar esa pretensión, cumple y rinde aceptablemente hasta llegar al 3. De las mejores frases, cuando el cantinero chino se queja, mirando a Aniki: "Ustedes, los japoneses, siempre tan inescrutables". Por Leo.
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