Cuando el cine y el ánimo panfletario se unen dan a luz engendros como esta película en la que no hay un solo personaje interesante, porque todos son monigotes, cada uno con la misión de representar un tipo de persona: el hombre de negocios inescrupuloso; la mujer sensible que está con el hombre de negocios inescrupuloso y que ve lo inescrupuloso que es, pero no se decide a dejarlo porque es difícil apartarse de una vida como la que lleva (y la culpa de no tener el valor la carcome y la vuelve más miserable, en un espiral sin fin); el hijo pelotudo del hombre de negocios inescrupuloso que vive en tensión por todo lo que el hombre de negocios inescrupuloso espera de él, pero que no duda en beneficiarse de todo lo que le ha tocado por nacer en cuna de plata; el hombre ambicioso que viene del mundo del trabajo y que sueña con poder arrimarse a la mesa del hombre de negocios inescrupuloso para poder picotear las migas del festín; y unos cuantos más. Como si fuera poco, hay que ver a esta troupe bailando alrededor de un misterio cuya resolución se va dilatando como por goteo mediante segmentos que se narran desde las perspectivas de los diferentes monigotes. La película puede resumirse así: los ricos no tienen alma y siempre caen parados. Pretenciosa, embadurnada de una superioridad moral atosigante, habría que hacer un análisis casi autópsico para averiguar si algo se salva. No me parece. 1. Por Leo.
Nota: El título internacional es Human Capital.
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