White British Trash. Último día de secundaria para Goob (Liam Walpole), un larguirucho muchacho de orejas grandes y peinado de paleto que antes de bajarse del ómnibus que lo acerca a su casa, en algún punto de la zona rural de Norfolk, le da este acertadísimo consejo: "Ten una buena vida, hijo, y sal de este pozo de mierda, si puedes". De ahí en más, la película se dedica a mostrarnos cuánta mierda hay en ese pozo en el que Goob está metido hasta la nariz. La joven madre de Goob está en pareja con Womack (Sean Harris), un macho alfa dispuesto a mear y eyacular sobre cada persona que entre en su territorio. La atmósfera que genera Womack es tan agobiante y tensa que a uno se le hace sumamente sencillo empatizar con el padecimiento de Goob: reprimido, degradado, sometido totalmente en un contexto en el que no es posible ninguna negociación ni razonamiento. Lo verdaderamente notable de The Goob es que muestra sin edulcoramiento ni estridencias, que, como ha dicho Joyce Carol Oates "este mundo se concibe en rabia –y en odio, y en hambre- tanto como se concibe en amor". 4. Por Leo.
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