Inglorious Basterds de Quentin Tarantino (2009)


Francia, 1944. Un soldado alemán se acerca a una chica en Francia. Es tarde, quizá de madrugada. Ella se encarga de armar la marquesina de la sala de cine que regentea. El soldado, cinéfilo e interesado, saluda a la hermosa mujer y celebra –asombrado- que esa noche se proyecte una película del director alemán G.W.Pabst. “Aquí en Francia respetamos a los directores, no importa de donde provengan”- contesta la chica. Como en decenas de líneas como ésta en la película, Tarantino está hablando de si mismo. Quentin no está haciendo “Hollywood movies” y de hecho ésta rompe con varios de los convencionalismos actuales del cine industrial. El hombre, siempre creativo, siempre megalómano, quiere provocarnos y divertirnos en cualquier parte del mundo y es de los raros casos en los que un director hace prácticamente lo que se le canta con su película (y sino, no quisiera imaginarme lo que podría ser una versión “censurada” del film en cuestión. Tarantino dice, además, algo que ha dicho Woody Allen en sus películas: “en Europa respetan a los autores”). Guste o no, “Inglourious basterds” (así, mal escrito a propósito) es una obra personalísima y a la vez una experiencia furiosamente divertida, sangrienta y visceral como pocas. Acierta en varios frentes, falla en otros, pero en cualquier caso –y retomando el post anterior, también dedicado a QT- hace de lo suyo más que una salida o un objetivo pasatista: el cine como experiencia. Homenajea y bastardea a sus referentes sin miramientos y llega a ser genial salvo en los momentos (los menos) en los que se mira el culo y se lo aplaude. Pero hay que agradecerle esa capacidad de abrir todo el tiempo la caja de sorpresas en una industria donde el cine se ha vuelto predecible hasta en sus vueltas de tuerca. Tomar un hecho histórico que ha alimentado cientos de películas y deformarlo para contar los hechos como a él le hubiese gustado que fueran. Aquí también gusta de llenar de guiños pop, referencias cinéfilas y anacronías como ambientar una escena (¡de la Francia ocupada de los años 40'!) con un tema de Bowie. Y le sale bien, qué quieren que les diga. No hay nada en Inglourious Basterds que no hayan visto en otros films de Tarantino, salvo una predilección por el gore que no estaba prevista en el programa y una saludable vuelta a un humor negro explosivo que se venía extrañando desde Pulp Fiction (hay una escena, me reservo cual, que me recuerda la inmortal de Christopher Walken -explicando a su pequeño hijo Butch- como tuvo un reloj en el culo en la guerra). Usted preguntará porque el redactor separa en pequeños capítulos esta nota. Me inspiró Quentin que ,una vez más, separa en capítulos estas dos historias improbables (¿improbables?) en la WWII. Una, la de los "Basterds", el escuadrón de doce soldados judeo americanos liderado por el Teniente Aldo Raine (genial Brad Pitt, aunque con varias poses a lo Lee Marvin en la citada referencia "del patíbulo") cuya misión es salir a cazar Nazis por la campiña francesa y quitarles la cabellera. Ese detalle le ha hecho ganar un apodo a Raine: "el apache". Los soldados de una y otra tienda se conocen por apodos. Esto, volviendo al tema del humor, depara un diálogo memorable entre el Coronel "cazador de judíos" Land y Aldo "El apache" Raine. El coronel está interpretado por un tal Christophe Walz, actor austríaco del que confieso jamás haber escuchado hablar y que se roba la película (una cosa no tiene porque tener conexión con la otra, desde ya). La otra historia es la de una chica francesa que huye de la persecución del propio Land y años después abre el cine: el que aquel oficial alemán pretende usar como sitio para films de propaganda. Hablando de Ministro de Propaganda, Goebbels está representado como una especie de empresario hollywoodense y Hitler como el histérico a la cabeza del sello que debe dar la aprobación a las películas. La chica busca venganza, tal cual los "Basterds", y la escalada de violencia no va a parar. Según Eli Roth, judío tambien, la película es "kosher porno": todo lo que a él le hubiera gustado que sucediese. Roth interpreta al soldado más sanguinario de los "Basterds", Danny "The Bear" Horowitz. Otro guiño, ya que Roth es director de la escabrosísima Hostal (producida por su amiguete el Quentin). La película guarda escasa relación con "Quel maledetto treno blindato" (Sergio Castellari, 1977, peli bajable, subtítulos en español inaccesibles) cuyo título en inglés es "Inglorious Bastards" (ahora si, bien escrito) salvo por algún detalle gráfico remitente a algo que podría haberse considerado "spaghetti war movie".

"Spaghetti war movie"...altamente probable en manos de Tarantino. La combinación de géneros es su marca de fábrica. En cualquier caso, es de los pocos directores que actualmente transmiten de forma tan visceral su amor por el cine y van por el disfrute. Sigue siendo, además, un talento a la hora de montar un plano, de imprimir ritmo al relato, de...de...perdón, retomo ¿hay algo más importante que ir al cine a pasarlo bien?

Genial y sencillo fotomontaje: síntesis de un tipo que recicla el cine que lo apasiona, toma de los que admira y convierte todo en algo único que te deja el culo al borde de la silla por 2 horas y media, como si nada. Por Christian.

Puntajes:

Christian: 4

Fito: 4

Gastón: 4

Martín: 2

Rodrigo: 2

Promedio Tripartito: 3.20

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