El mismo día que la bomba atómica cae sobre Hiroshima nacen en Londres, Inglaterra, al mismo tiempo, Ginger y Rosa. Es de entender entonces la casi obsesiva atención que ambas amigas desde el primer día –especialmente Ginger- le dedicarán a la energía nuclear y a la constante amenaza de destrucción universal que se cernió inclemente sobre la humanidad durante la década del 50 y parte del 60. La historia se desarrolla justamente en el año 1962, con nuestras protagonistas contando con 17 años, y la crisis de los misiles en Cuba –que puso bastante tibia la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética- en todos los noticieros.
Hay bastante material de autor en esta película de Sally Potter. Como en su obra maestra Orlando (1992) no sólo se plantea aquí el despertar a la vida sexual, sino que la propia identidad sexual tiene su peso. Ginger y Rosa son jóvenes, inteligentes y en busca de un destino en sus vidas. El contexto social tiene mucho peso, ya que la paranoia ante una guerra nuclear que extermine el mundo todo marca la desesperación con la que ambas viven todos los días de su vida. Podrían ser el último. Así, salen con muchachos, hacen tonterías, se rebelan frente a sus padres, fuman, faltan a clase, asisten a mítines contra la bomba atómica, en una carrera por hacerlo todo, lo antes que se pueda. Pero por mucho que se amen entre ellas, son dos personalidades disímiles. Ginger quiere ser poeta y seguir la estela de su padre, un filósofo e intelectual (extremo, por momentos). Rosa es más salvaje y al mismo tiempo más introvertida. Y esas diferencias de carácter es lo que las terminará alejando para siempre, luego de que ocurran una serie de eventos que no adelantaremos aquí.
Ginger & Rosa tiene un guión efectivo – que quizá trate de abarcar demasiado, pero bueno- una fotografía a cargo de Robbie Ryan sencillamente estupenda con esos paisajes de las heladas afueras de Londres, una gran banda sonora y además de todo, un reparto de lujo. Las jóvenes Elle Fanning (hermana menor de Dakota) y Alice Englert cumplen con altura con sus protagónicos, acompañadas por un elenco de estrellas que incluye a Annette Benning, Oliver Platt, Christina Hendricks, Timothy Spall y, destacado, Alessandro Nivola como Roland, el padre de Ginger. Pero falla en un aspecto completamente definitivo: la dirección de la propia Potter.
Un filme que no alcanza la hora y media de duración se vuelve eterno, se arrastra como un gusano malherido, careciendo por completo de cualquier ritmo, siquiera un ritmo lento. La búsqueda de una historia mínima, una historia íntima, no justifica el cómo se le escapa de las manos el timón de este barco a la directora, que lleva la acción una y otra vez a tiempos muertos desarrollando una narrativa por momentos confusa. Es verdad, que cuando llega el clímax final –que lo tiene- las piezas están en su lugar y las cosas pueden llegar a funcionar, pero lo harán dependiendo del grado de buena voluntad del espectador para llegar hasta allí, dependiendo cuanto se haya involucrado con los personajes cuyo desarrollo fue realizado a los saltos. Claramente, no es que se le pida vértigo y velocidad a una película de estas intenciones, pero si una dirección segura, convencida de a cual puerto hay que llegar.
Con esto y todo, aunque no es entonces una película redonda, Ginger & Rosa es igual una apuesta diferente de nuestra cartelera, una mirada a un momento del mundo donde se paralizó todo y la gente construía bunkers subterráneos mientras esperaba el holocausto nuclear, acompañada de una mirada a la vida adolescente, con todo lo que eso conlleva, con dos estupendas actrices protagonistas. A algunos, quizá esto ya les alcance. 2 puntos.
Puntajes:
Federico:
Fito: 2
Gastón:
Martín:
Mauro:
Rodrigo:
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