Cloud Atlas de Tom Tykwer, Andy Wachowski, Lana Wachowski (2012)

Tom Hanks interpreta a un curioso doctor en algún lado del Pacífico en 1849. No, en realidad es el portero de un hotel en 1936. Pero en verdad, es uno de los últimos hombres luego de un cataclismo apocalíptico. Más curioso es el caso de Hugh Grant que pasa de ser un empresario con aires de chanta en los setenta a ser un guerrero caníbal, con aspecto celta, en ese futuro post apocalíptico corriendo a Hanks. ¿Y Halle Berry? Más raro aún, ya que orbita de esclava en 1849, a mujer judía (rubia y de ojos azules para más inri) en 1936, para ser periodista liberal en los 70'. ¿Confundidos?
Cloud Atlas arranca con un bombardeo de escenas y secuencias, dónde las épocas y las historias se van entremezclando y pobre del espectador que no esté atento. Está muy bien. Es hora de que alguien no subestime al espectador y piense que es una cuasi ameba a la que hay que darle todo digerido. Sin embargo, a la hora de ordenar esta reseña no queda más remedio sino recapitular un poco y explicar, aunque prometo no incurrir en el pecado de los spoilers.
Tenemos un abogado (Jim Sturgess) que regresa a su hogar en barco en 1849. El diario de viaje de dicho abogado, es leído por un joven compositor (Ben Whishaw) en 1936, quien espera crear su obra maestra. Las cartas que este compositor enviara a su amante caen en manos de una periodista (Halle Berry) quien investiga una turbia planta nuclear en 1973. La novela escrita sobre esta periodista es el material de lectura de un editor (Jim Broadbent) quien en 2012 escapa de unos mafiosos. La película sobre la vida de este editor es vista por una suerte de clon (Doona Bae) en Nuevo Seúl en el 2144. Y esta misma clon es reverenciada cual diosa por la tribu que integra Tom Hanks, 106 inviernos luego de "La Caída", una suerte de apocalipsis.
Los hermanos Wachowski y el alemán Tom Tykwer regresan con todo a la hora de adaptar la compleja novela de David Mitchell. Una novela considerada inadaptable por su estructura, sus saltos, su trama, por contener no menos de seis géneros literarios (aventura, drama, thriller, comedia, ciencia ficción distópica, ciencia ficción post apocalíptica). Y salen bien librados de la experiencia.
Tiene sus detalles, como no. El más notorio, el uso de maquillajes y apliques que por momentos es impecable y por otros parece cotillón mal habido en una fiesta de cumpleaños de 15. La apuesta de que los actores interpreten cambios de etnia no sale casi nunca bien (cuanto caucásico hace de coreano rechina muchísimo, por ejemplo). Mejor librado salen los cambios de sexo, que hay ocasiones dónde quedan irreconocibles. Por otro lado, la idea de que todos somos almas conectadas que a lo largo del tiempo nos vamos repitiendo y nuestros actos nos encaminan con el paso de las eras, queda desdibujada, confusa, con el mismo peso que si se tratara de una charla de New Age dada en un copetín. Probablemente en la novela, con más desarrollo, estas ideas fueran más contundentes, pero aquí no tienen peso real. Los directores parecen saberlo ya que, más allá de algunas frases cursis, no le prestan tampoco verdadera atención a esos conceptos.
A lo que sí prestan atención es al elenco (que brillan todos, no sólo los protagónicos mencionados -entre los que destaca por varios cuerpos Broadbent- sino en el nutrido elenco secundario: Hugo Weaving, Keith David, James D´Arcy, Susan Sarandon, Hugh Grant) y a la construcción de seis historias con su inicio, desarrollo y clímax final contadas al mismo tiempo.
Una verdadera experiencia cinematográfica en sus tres horas de duración. 4. Por Fito.

Puntajes:

Federico: 2

Fito: 4

Gastón: 3

Martín: 3

Rodrigo: 4

Promedio Tripartito: 3.60

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