Django Unchained de Quentin Tarantino (2012)

Si bien Django Unchained referencia visiblemente al western –y más específicamente al espagueti western, desde su título homenaje a uno de sus exponentes más reconocidos “Django” dirigida por Sergio Corbucci- es antes que nada una película muy Tarantino. Muy Tarantino, sin embargo, tomando como especial referente el ejemplo inmediatamente anterior que es Bastardos Sin Gloria.
Aquí nos encontramos una vez más con una historia que coquetea con la épica, que habla de una venganza (ítem que se encuentra, más allá o más acá, en toda la filmografía del director), que desarrolla una aventura con componentes históricos (sin versionar la historia, eso sí, como sí lo hacía en Bastardos), nuevamente extensa con sus casi tres horas, nuevamente muy efectiva.
Es la historia de Django (muy correcto Jamie Foxx) un esclavo que es liberado por un caza recompensas llamado Dr. King Schultz (Christoph Waltz en un personaje que referencia fuertemente a su Hans Landa de Bastardos sin Gloria, tan verborrágico y encantador como aquel pero en esta ocasión, del lado de los “buenos”) para que lo ayude en su tarea de encontrar a tres hombres buscados por la justicia. Django los conoce- de hecho, son bastante fundamentales en su tragedia personal- y, a cambio de ayudar a Schultz a encontrarlos, obtendrá su libertad. Es más, el caza recompensas alemán no tardará luego en ofrecerse a acompañar a Django en la historia que da cuerpo al fin y al cabo a la película: recuperar a su esposa Broomhilda (Kerry Washington, no cumpliendo más funciones que la de damisela en apuros en todo el filme) de manos del malvado esclavista Calvin Candie (un inmenso Leonardo DiCaprio).
La película entonces, se divide claramente en tres bloques perfectamente diferenciados entre sí. Por un lado, tenemos la historia inicial, que casi puede enmarcarse en el subgénero de la “buddy movie” (esto es, dos personajes masculinos diferentes entre sí que se amigan por su objetivo en común) mientras acompañamos a Django y a Schultz en su búsqueda de los tres primeros objetivos. El segundo bloque comprende desde que- ahora ya con Django en calidad de socio cuasi igualitario de Schultz- emprenden la búsqueda de Broomhilda y terminan por enfrentarse con Candie. Y por último -y este tercer bloque es llamativo porque en cierta medida desarma el esquema de cine clásico: inicio, desarrollo, desenlace- lo que ocurre después de que enfrenten a Candie.
Y si hay algo que criticar a Tarantino es la duración de la película. Al contrario de Bastardos sin Gloria, dónde todo cerraba perfectamente y el clímax final era demoledor, aquí en Django se siente extraña esa media hora final, ese tercer bloque, esa extensión en la venganza de Django, cuando el clímax –entendido este como pico máximo de la tensión narrativa del argumento- se había alcanzado al final del bloque anterior.  Pero Tarantino sale airoso de ese desconcierto que genera. Se lo sacude como modorra y pronto pone al espectador nuevamente en sintonía (sintonía que a veces destruye por completo cuando abusa de un humor pavo- el caballo bailando- algo que por fortuna hace escasísimas veces). Y si bien la inclusión de dicho tercer bloque le impide alcanzar una película tan redonda como fue Bastardos sin Gloria, no arruina para nada el conjunto.
Se podría agregar que sus personajes son bastante maníqueistas: los negros buenos (con la excepción del esclavo interpretado genialmente por Samuel L. Jackson que es un esclavo esclavista) contra los blancos malos (dónde la excepción es Schultz, que para más inri es europeo, culto y despegado por quilómetros de todos los demás de su etnia), pero tal cosa no molesta. Tarantino no está buscando desarrollar un documental sobre el esclavismo y las condiciones de vida de los Estados Unidos de mediados del siglo XIX.
Lo que Tarantino está buscando es desarrollar una furiosa historia de venganza, un entretenido western sangriento, dónde los malos son bien malos y reciben su encarnizado merecido. Dónde la violencia es festiva y cada estallido de sangre es festejado con admiración. Busca invitar al espectador a dar un paseo de tres horas por su universo personal, con sus obsesiones y diversiones de siempre, un paseo inolvidable a ritmo de western y de una increíble banda sonora. 4. Por Fito.

Puntajes:

Federico: 4

Fito: 4

Gastón:

Leo: 2

Martín: 5

Rodrigo: 2

Promedio Tripartito: 3.40

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