Dos delincuentes de bajísima estofa (Scott McNairy y Ben Mendelsohn) asaltan una partida de póker vigilada por la mafia y eso pone en movimiento a un asesino a sueldo (Brad Pitt) que buscará encontrar- y eliminar- a los perpetradores. El relato involucra además a distintos miembros de la mafia de esta ciudad (la película está filmada en Nueva Orleans, pero en la película el lugar se vuelve anónimo, irreconocible bajo la continua cortina de lluvia) quienes en definitiva son presentados no cómo criminales crueles o malvados, sino como personas grises, relativamente normales, casi como cansados oficinistas que van desganados a cumplir con sus 8 horas.
La tercera película del director Andrew Dominik causaba varias expectativas. Primero que nada, porque sus dos películas anteriores- “Chopper” y “El Asesinato…”- son sólidos ejemplos de buen cine. Y segundo, porque para la ocasión adaptaba- ya que el propio Dominik oficia también como guionista- la novela “Cogan´s Trade” de George V. Higgins, el autor de “Los Amigos de Eddie Coyle”, novela adaptaba en 1973 por el mítico Peter Yates en película del mismo título- con un inolvidable Robert Mitchum en el protagónico- y que constituye un verdadero clásico imprescindible del cine negro de los setenta.
Y Dominik respeta eso, el tono y la época en que la novela está ambientada, y aunque esta historia se desarrolla en la actualidad, el clima, el ambiente- la manera misma en que está filmada- remite inevitablemente a los setenta. Los autos, la ropa, el mismo granulado de la película, todo evoca la década dorada del cine estadounidense. Y la relación con “Los amigos de Eddie Coyle” va más allá: como en aquella, está es una historia de criminales patéticos, marginales, grises, anónimos. Un mundo dónde las mujeres no aparecen casi- limitadas en este caso a un único personaje: una prostituta con menos de 5 minutos de presencia en cámara- y dónde la historia que estos personajes protagonizan es pequeñísima, menor.
La obra de Higgins en manos de Yates relucía. En manos de Dominik, lamentablemente no. El relato se torna demasiado pausado, discursivo (los personajes hablan y hablan y hablan) y en definitiva confuso (las continuas referencias a la recesión económica- presentes en cuanta TV o radio figura en la película- ¿Qué pretenden? ¿Trazar una relación con lo que se cuenta en la película? ¿O qué?), dónde pareciera que se busca llenar metraje- en un filme de 97 minutos- con diálogos a lo Tarantino o Guy Ritchie, en boca de un estupendo elenco- Pitt, McNairy, Mendelsohn, pero además Richard Jenkins, Ray Liotta, Sam Shepard y James Gandolfini, este último en un personaje completamente inútil y que sólo logra entorpecer más aún el sencillo relato- con un aire de comedia muy negra, pero que nunca termina por convencerse de que tiene humor o en definitiva, que tiene un relato qué contar. Hay momentos filmados con brío, en especial las ejecuciones que realiza el personaje de Brad Pitt o una soberana paliza que se lleva en un momento Ray Liotta, pero son instantes apenas dentro de la chatura general.
El resultado final es regular entonces, como el de un comediante que comienza con entusiasmo pero que pierde fuelle a medida que cuenta su chiste y estira el remate, porque sabe que en el fondo, no es muy gracioso. 2. Por Fito.
Puntajes:
Federico:
Fito: 2
Gastón:
Martín:
Rodrigo:
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