En una escuela de Montreal una maestra se suicida. En su propio salón de clases y es descubierta por uno de sus alumnos. Poca gente se ofrece para ocupar el cargo vacante –y afrontar la situación traumática que ha quedado en esos niños, de once o doce años, en esa escuela- hasta que aparece Bachir Lazhar, un inmigrante argelino, quien se propone para el cargo.
En un principio, podemos asociar fácilmente esta película con la excelente Entre los muros (Laurent Cantet, 2008) por el idioma en común, el francés, la ambientación nevada y la problemática de educar en el siglo 21 (y al igual que en aquella, Monsieur Lazhar también trata tangencialmente sobre cómo han cambiado las ideas de disciplina y lo restringido del contacto entre maestros y alumnos). Pero lo que la diferencia exponencialmente es su protagónico. Allí donde en Entre los muros había un profesor francés y los “extranjeros” eran sus alumnos inmigrantes, con el problema de educarlos en un país que no sentían propio, aquí es el propio protagonista el extranjero en tierra extraña, con todo lo que ello significa.
No sólo Lazhar es un extranjero en el país, sino que es extraño a la misma escuela. Y eso es lo que le permite tener una óptica del todo diferente a la de los demás adultos, que aunque no lo reconozcan se encuentran tan traumatizados por el suicidio de su compañera como los propios niños. Lazhar es el único que permite el diálogo, que se pregunta en voz alta una y otra vez “¿Cómo pudo suicidarse en su salón de clases, dónde la encontrarían sus niños?”, ante el silencio hipócrita de los demás, que prefieren no hablar del asunto como si el silencio fuera a borrarlo. No hay una respuesta a esto en el filme. El contexto es el de la escuela y en la escuela nunca llegan a saberse las razones de ese suicidio. Pero lo que sí propone Lazhar es un espacio para esos niños a los que no se les permite reflexionar aquello que pasó, a decir que sienten ante lo ocurrido, por temor a no poder seguir adelante.
El gran hallazgo de la película es hacer de Lazhar un hombre creíble, con sus fallas como cualquiera. No es un supermaestro que llega con la respuesta a todo y a todos, con la solución a cada cosa y con una dirección inequívoca hacia el final feliz. Es un hombre con su propia carga de problemas y traumas –la tragedia que dejó atrás en Argelia- ansioso por conseguir el trabajo primero, algo anticuado en sus métodos y que incluso puede llegar a ponerse celoso por ver cómo las otras clases avanzan mejor que la propia. Pero lo que sí tiene es que es un maestro nato. Pocas veces el cine ha retratado tan bien el disfrute y el placer que es enseñar cuando se tiene la vocación. Lazhar es un todo por el todo con sus alumnos, alumnos que en definitiva están solos ante la tragedia que los sacudió particularmente.
Claro está que la construcción de Lazhar no se debe únicamente al guión o a la dirección. Poco y nada valdría esto si no se tiene a un actor como Mohamed Fellag quien se encuentra ante un personaje de esos que un artista pide toda la vida y lo aprovecha al máximo. Su interpretación medida, con pequeños detalles en gestos como sonrisas o preocupaciones, es genial, base sólida de toda la película. Lo complementa un competente elenco de actores canadienses, pero destacan particularmente dos de los niños –los dos que son, cada uno a su modo, los más afectados por el suicidio de la maestra- Alice (Sophie Nélisse) y Simon (Émilien Néron) ambos con dos roles inolvidables.
Nominada al Oscar a Mejor Película de Habla No Inglesa en 2012, perdió el galardón a manos de la iraní La Separación. Y por una vez, ante la queja permanente de lo atrasados de algunos estrenos de nuestras distribuidoras (la película que nos ocupa es del 2011) hay que alegrarse por la insólita oportunidad que significa poder ver Monsieur Lazhar en pantalla grande. Una película que reflexiona, mucho y con delicadeza, sobre el acto de enseñar, de ser no sólo un profesor sino el referente de todos esos niños. El hecho de ser un maestro inolvidable. 5. Por Fito.
Puntajes:
Federico:
Fito: 5
Gastón:
Leo: 4
Martín:
Mauro:
Rodrigo:
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