Ghost Rider: Spirit Of Vengeance de Mark Neveldine y Brian Taylor (2011)

¿Qué lleva a nuestros distribuidores a estrenar la secuela de uno de los peores filmes de la historia protagonizado, además, por Nicolás Cage, quién últimamente está condenado a exhibir sus películas directamente en DVD? El ser una adaptación de historietas -Ghost Rider es casi que un superhéroe en Marvel Cómics-, género que se ha consagrado recientemente como el más exitoso en taquilla (ejemplos como Dark Knight Rises o The Avengers se cuentan entre lo más recaudador del año). Sin ir más lejos, la Ghost Rider original (Mark Steven Johnson, 2007), a pesar de sus falencias, logró un más que digno desempeño en taquilla, lo que motivó esta continuación o reseteo.
Empecemos por lo bueno: incluso siendo tan mala como es, Ghost Rider: Spirit of Vengeance es mejor que la original (flaco mérito). Tiene unos primeros 30 minutos bastante interesantes (curioso, dónde el protagonismo no recae en Cage o la calavera en llamas, sino en Idris Elba y su cura-borracho-algo loco, Moreau, único personaje interesante de todo el filme) dónde se nos plantea un argumento trillado y manido, pero narrado efectivamente: hay un niño que tiene el potencial para ser el nuevo anticristo. Allá van en su búsqueda satanistas y lo protegen antiguas sectas religiosas. Tiros, persecuciones en moto, etc., todo narrado en la clásica edición entrecortada y sincopada que es ya marca de Neveldine y Taylor, directores de esta entrega, responsables de cosas meritorias como Crank (2006) y terribles como son Crank: High Voltage (2009) o Gamer (2009).
Luego, y al entrar en escena Ghost Rider (con Cage sobreactuando como de costumbre y utilizando su clásico aplique capilar barato) la cosa lentamente se va desvirtuando (y que conste, no había mucho para desvirtuar). Allá va el demonio de las llamas y las cadenas liquidando villanos irrelevantes a su paso, recorremos Europa del este en moto, y vamos al clásico enfrentamiento final, todo con menos gracia o interés a medida que transcurre el metraje. Porque Ghost Rider: Spirit of Vengeance incurre en el peor pecado que puede incurrir el cine de entretenimiento: es aburrida. Nos importa un rábano las motivaciones de sus personajes, su destino o qué pasa con ellos de una escena a la otra. Para cuando se alcanza el “clímax” final, uno ya está pensando en qué va a comer luego o qué tiene que hacer mañana.
¿Y la película? Ya la ha olvidado completamente.1. Por Fito.

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